A modo de presentación GUÍA de RAPACES NOCTURNAS FANTÁSTICAS

 


Hay libros que se leen como inventarios, otros como compendios, y unos pocos —rarísimos— como revelaciones. La Guía de las Rapaces Nocturnas Fantásticas pertenece a esta última estirpe. En ella, Manu Andrés-Moreno nos invita a recorrer los intersticios entre la taxonomía y la imaginación, esos territorios donde la ornitología deja de ser una ciencia fría para convertirse en una poética del asombro.

Quien se acerque a estas páginas con espíritu de naturalista encontrará descripciones rigurosas en su forma, pero libres en su fondo, pues cada especie aquí consignada despliega un linaje tanto biológico como simbólico. La etimología de sus nombres científicos —tan cuidadosamente construidos— actúa como llave secreta que abre puertas a la memoria cultural, a los oficios antiguos, a la relación del ser humano con la materia y con lo invisible. Así, cada Asio, cada Athene o cada Strix no es solo un género zoológico reinventado, sino un espejo que refleja nuestras obsesiones y nuestros olvidos.

En esta guía, lo mineral, lo vegetal, lo artefactual o lo histórico se funden con la vida emplumada. Encontramos búhos cristalinos que refractan la luna en vidrieras medievales, mochuelos filatélicos que anidan entre cartas olvidadas, o lechuzas ígneas que encarnan el fuego de mitologías remotas. Todo ello está narrado con un pulso que alterna el humor con la erudición, la fábula con el rigor. No hay aquí un simple juego de invención: hay una pedagogía de la maravilla, un recordatorio de que la biodiversidad real —esa que languidece entre estadísticas y listas rojas— necesita de nuestra imaginación tanto como de nuestras leyes.

Cuando son ya 164 las especies de aves que han desaparecido desde que imprimimos libros, la fantasía se convierte en un acto de resistencia. Este volumen, en apariencia lúdico, nos recuerda que todo catálogo inventado late sobre el trasfondo de una tragedia ecológica. La conservación no empieza en los despachos ni en los congresos, sino en el modo en que hablamos de los seres vivos, reales o fabulosos. Y es aquí donde esta guía ofrece su mayor servicio: enseñarnos a nombrar, porque nombrar es preservar.

Queda, pues, en tus manos, lector, un libro que es a la vez ornitología fantástica, ensayo etimológico y manifiesto por la vida. No lo leas como un manual técnico, sino como un aviario secreto donde cada especie te susurra algo sobre ti mismo, sobre tu historia y sobre el futuro de ese planeta mínimo al que llamamos Tierra.

Si alguna vez te has preguntado qué es ese sonido que se oye en la noche, qué significa ese destello de ojos en la oscuridad o por qué algunas aves parecen salidas de un cuento… este libro está hecho para ti.

La Guía de las Rapaces Nocturnas Fantásticas no es un manual cualquiera. Aquí encontrarás búhos que brillan como vidrieras medievales, mochuelos que coleccionan sellos antiguos y lechuzas formadas por fuego. Son criaturas inventadas, sí, pero cada una guarda un secreto sobre el mundo real: sobre los bosques que desaparecen, los oficios que se olvidan o las especies que corren peligro de extinguirse.

A través de estas páginas aprenderás que los nombres científicos no son aburridas fórmulas en latín, sino puertas que nos llevan a historias sorprendentes. Cada Asio, cada Athene o cada Strix esconde leyendas, juegos de palabras y pistas para descubrir la relación que los humanos hemos tenido siempre con las aves.

Y lo mejor de todo: no hace falta ser experto para disfrutarlo. Puedes abrir el libro por cualquier página y dejarte sorprender. Tal vez sonrías con alguna ocurrencia del autor, tal vez te imagines una especie imposible, o quizá acabes inventando la tuya propia. Porque la ciencia y la fantasía no están tan lejos como parece: ambas nacen de la misma chispa, la curiosidad.

Recuerda esto: mientras lees sobre búhos imposibles, también estás aprendiendo a valorar a los reales, esos que todavía vuelan por nuestros campos y ciudades. Conocerlos —aunque sea a través del juego— es el primer paso para protegerlos.

Así que abre bien los ojos, prepara tu imaginación y escucha con atención: la noche está llena de historias que esperan a ser contadas… y tú puedes ser parte de ellas.

Este libro que podrás tener entre tus manos es raro. No raro como un ornitorrinco, que ya es decir, sino raro como una guía de búhos que, en vez de plumas, traen chapas de cerveza, sellos de correos o incluso llamas encendidas. Aquí aparecen criaturas como el Athene cervesiacapsa, el mochuelo de chapas metálicas, que no solo ulula sino que tintinea como un botellín mal cerrado. O el Aegolius ateleiaphilos, mochuelo filatélico, que colecciona sellos en lugar de ratones. Y qué decir de la lechuza ígnea (Asiopyra hyperflammeus), que en plena noche parece un incendio con alas (pero de esos que no hay que llamar a los bomberos).

Lo gracioso es que, detrás de tanta invención, hay una verdad incómoda: el mundo real está perdiendo especies a un ritmo de escándalo. Mientras nos reímos con búhos que anidan en buzones de correos o se posan en las barras de las tabernas, fuera de estas páginas hay 164 aves que ya no volverán jamás, porque se extinguieron desde que imprimimos libros. Es como si la naturaleza estuviera borrando páginas de su propia enciclopedia… y nosotros siguiéramos usando el tomo como posavasos.

La gracia de esta guía es que convierte un problema muy serio en algo que se puede digerir sin llorar en cada párrafo. Porque sí: los bosques desaparecen, los buzones se cierran, las tabernas se transforman en franquicias de comida rápida… y con ellos también desaparecen las criaturas, reales y fantásticas. El mochuelo de chapas, por ejemplo, estaría en grave peligro si de repente alguien decidiera que reciclar el metal es más importante que dejarle sitio a su nido. Y el búho cristalino, pobre, no aguantaría ni una tormenta de discoteca con luces estroboscópicas.

En definitiva: este libro es un espejo cómico que nos devuelve una imagen seria. Si cuidamos de los seres reales —los búhos, las lechuzas, los autillos —, quizá también mantengamos viva esa chispa que nos permite inventar a sus parientes fantásticos. La risa, en este caso, es un arma de conservación masiva.

Así que ríete mucho. Pero no olvides que, cuando cierres estas páginas, el planeta seguirá necesitando que alguien lo cuide… incluso si ese alguien eres tú.

LA REALIDAD NOS IMPONE SUS LÍMITES, LA IMAGINACIÓN…. NO

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